En un lejano reino, hace ya mucho, mucho tiempo, vivía un príncipe al que le apasionaban los eventos náuticos. Tanto le gustaban, que cuando las obligaciones del Palacio disminuían, salía con sus pajes y cortesanos, a buscar aventuras por los mares aledaños a la comarca. Como le fascinaba competir con otros nobles del lugar, participaba de todo tipo de competencias que involucraran botes, barcas, o embarcaciones de todo tipo. Un día, mientras participaba de una lid que había convocado a los más experimentados hidalgos del reino, sufrió un infortunio que le hizo perder un brazo. Sin embargo, habitaba estas comarcas una hechicera que había obtenido sus diplomas en una de las tantas Universidades creadas por la Reina del lugar. El príncipe fue a verla y le pidió que hiciera lo posible para devolverle el brazo perdido. La licenciada, sabiendo del poder que ostentaba el visitante, le dijo que lo haría a cambio un favor. Quería participar de una velada en el Palacio y que el fuera su compañero esa noche. Al principio, el príncipe vaciló, ya que dudaba de los poderes de la maga, pero al final aceptó. Recuperó su brazo pero no cumplió con la promesa, por lo que un día recibió la visita de la bruja:
- Príncipe infame. No has cumplido tu promesa. Ahora recibirás el castigo que te mereces por haber sido desleal - vociferó la bruja.
- No ha sido mi culpa. Las tareas del Palacio me han tenido ocupado. He estado trabajando por los más humildes de estas tierras, hechicera. No ha sido mi intención perjudicarte, - intentó defenderse el príncipe.
Pero la adivina no escuchó sus excusas. Inmediatamente recitó unas palabras mágicas y el príncipe, no solo perdió nuevamente su brazo, sino que además fue convertido en sapo.
- Y no podrás volver a ser un hombre hasta que no recibas el beso de una Reina o una princesa - gritó la bruja y desapareció tras una nube de polvo.
Así deambuló el príncipe, convertido en sapo por la maldición de esta hechicera. Recorrió la comarca, fue por cada estanque, por cada aljibe, por cada rincón cubierto de agua donde encontrar a quien rompa la maldición. Pero nadie quería besar un sapo, y menos uno al que le faltaba una extremidad.
Llegó un día a las puertas del Palacio y alcanzó a ver a la Reina sentada al borde de un aljibe. Como pudo llego hasta el lugar y al saltar, tuvo la mala dicha de caer en él.
En ese momento, mientras la dama consultaba su agenda, un fuerte viento hizo que los papeles cayeran al pozo. Rápido de reflejos, nuestro príncipe evitó la pérdida de estos importantes documentos del Reino.
La Reina, apesadumbrada por la pérdida, se puso a llorar. De repente escuchó una voz que provenía del fondo del pozo:
-Mi Reina, mi Reina. No os preocupéis. Acá están vuestros preciados documentos. Ayudadme a salir de este aljibe y podréis recuperaros.
La Reina sorprendida al ver al sapo en el fondo del aljibe, ayudó al batracio a salir del fondo del pozo.
Asombrada por encontrarse con este miembro de otra especie animal con capacidades diferentes, no pudo articular palabra.
El escuerzo, al verla desconcertada, le dijo:
- Mi Reina, desearía pedirle un favor. Llevadme al Palacio con vos. Quisiera ser parte de tu Reino de bondad y de justicia. No me abandonéis en estos parajes inhóspitos y dad tu bendición a este pobre y sufriente súbdito.
La Reina ya no lo escuchaba. Había huido al ver al pobre animal articular palabras.
Por la noche, a la hora de la cena, escuchó que golpeaban la puerta del Palacio y cantaban una canción popular que habían compuesto los trovadores de la comarca:
"Vengooooo, bancando este proyectooooo,
proyecto nacional y populaaaaaaar,
te juro que en los malos momentos,
los pibes siempre vamos a estar......"
Envió a uno de los criados a ver quien entonaba esta melodía y, una especie de confusión se apodero del hombre. Allí estaba el batracio cantando y esperando que la Reina lo invitara a pasar.
Nuestra Dama, recordando lo sucedido, indicó que le prepararan un lugar junto a la mesa. Allí estaban otros comensales que estaban perplejos ante la situación. Pero como este era un proyecto inclusivo, y todos y todas tenían lugar en él, serenaron sus espíritus y compartieron la mesa con el escuerzo.
Terminada la velada, la soberana indicó que el sapo se quedaría en el Palacio. Ordenó que dispusieran de una habitación para que estuviera cómodo. Y se fue a sus aposentos.
Siendo la madrugada, la Reina percibió sonidos en su habitación. Al encender la luz, vió al anuro en el borde de su cama. Iba a gritar, pero el sapo dijo:
- No es mi intención ofenderle, Majestad. Tampoco es mi intención acosarla. Respeto todas las identidades de género y espero, que siendo este Gobierno quien más hizo por la libertad de expresión de todos y todas, me permita expresar mis pareceres. Sé lo mucho que ha hecho este gobierno por proteger a todas las especies que habitan este vasto territorio. La Secretaría de Medio Ambiente del Reino, ha logrado recuperar estanques y lagunas donde se desarrolla la biodiversidad y se promueve el Desarrollo sustentable. He recorrido infinitas comarcas donde el Reino también crece. Sin embargo, quisiera pedirle un favor y espero que no lo tome como violencia de género o algún intento de ejercer un poder de manera arbitraria e intolerante.
- ¿Que es lo que deseas, noble batracio? - preguntó la Reina.
- Majestad: he sido maltratado por mi condición de persona con capacidades diferentes, me han vilipendiado por situaciones en las cuales se ha dudado hasta de mi lealtad hacia el Reino. No es mi pretensiòn victimizarme ante estas expresiones de cientìficos que gozan del beneplàcito de la Corte. Pero si usted pudiera, con su infinita bondad, darle...........
El sapo se detuvo.
La Reina, impaciente, lo conmino.
- Ya, dime que es lo que deseas.
- Un beso suyo, mi Reina - respondiò el escuerzo.
¿Fue Su Majestad capaz de responder el pedido del sapo?
¿Acaso la Reina, cumpliendo con el precepto de un gobierno inclusivo y amplio, compensò al batracio por todas las degradaciones sufridas por su condición?
¿Logró la Emperatriz que nuestro batracio recuperara su naturaleza humana?
CONTINUARÀ....................
El sapo se detuvo.
La Reina, impaciente, lo conmino.
- Ya, dime que es lo que deseas.
- Un beso suyo, mi Reina - respondiò el escuerzo.
¿Fue Su Majestad capaz de responder el pedido del sapo?
¿Acaso la Reina, cumpliendo con el precepto de un gobierno inclusivo y amplio, compensò al batracio por todas las degradaciones sufridas por su condición?
¿Logró la Emperatriz que nuestro batracio recuperara su naturaleza humana?
CONTINUARÀ....................
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