La cosa empeoró.
Psíquica y petéticamente.
Sin embargo, gracias a ciertos filósofos que empezamos a mirar por la tele del pasillo del pabellón, logramos escaparnos de las cárceles del Fascismo, donde nacieron nuestros "cuadernos de la cárcel" unos manufacturados cuadernos símil Tambor de Tacuarí, que lográbamos vender a los empleados para sus hijos menores.
Así juntamos guita y con esfuerzo y saliva logramos una caracterización que nos salvó la vida y la parte donde no da el sol.
Hasta el propio Alejandro Dolina se quedó lacio de los nervios de escuchar al Pelado mala onda, así como el Cocayo Dertycia se quedó pelau de la bronca de que Instituto nunca pudiera con la T.
CONTINUARA...
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